jueves, 26 de noviembre de 2009

Mi nombre es Naia Fillipa.
Tengo los ojos del color del mar porque precisamente ese es el lugar que me vio nacer.
Vine al mundo el 28 de junio en medio del Océano Atlántico.
Es la explicación más exacta que puedo dar acerca de mi nacimiento, aunque resulte inconsistente y fugaz.
El día, la hora y algunos de los acontecimientos sucedidos me fueron informados años después por Elysa, la mujer con la que pase mi infancia en una pequeña isla de las Antillas menores llamada les sirenes ubicada a 65 Km. de la isla de Guadalupe.
Elysa solía decirme que les sirenes es una isla tan pequeña que prácticamente no figura en ningún mapa...
Aunque no es difícil llegar hasta ella, no muchas personas notan que allí esta la maravillosa isla de las sirenas, desconozco el porque, en mis primeros años de inocencia Elysa solía jugar con mi amplia imaginación diciendo que Les sirenes aparecía y desaparecía del Atlántico a su antojo, como una bella sirena alada que se posaba sobre las aguas a encandilar al cielo con su exótica belleza y después ascendía hacia las nubes a recolectar nuevos colores y nuevos aromas para teñir sus playas.
El origen del nombre Les sirenes proviene de un Portugués llamado Pablo Irmaio, un marinero que transportaba mercadería desde España a Madeira en una pequeña carabela;
Se dice que en uno de sus viajes , Irmaio se topo con una sirena de magnifica belleza y al perder su corazón en ese encuentro lo abandono todo para perderse en el océano con un grupo de marineros en una empresa personal sin precedentes, encontrar a su sirena; según algunas leyendas dicen que la encontró justamente en las costas de esta isla, según otras, el navegante solo se retiro a morir en este pequeño archipiélago hastiado de su búsqueda incesante, incluso algunas afirman la inexistencia del Capitán portugués, sin embargo yo creo que Pablo Irmaio existió y encontró a su sirena.
Fue el relato de este personaje y su sirena lo que protagonizo toda mi infancia, a partir del cual comienza mi historia.

A la edad de 14 años, caminando en la costa norte en busca de hierbas mágicas para Elysa, encontré un baúl con un libro muy antiguo, la bitácora de viaje de Pablo Irmaio y ese mismo día Catalina llegaba a la isla y al instante de posar mis pupilas en ella yo supe a ciencia cierta que era una sirena.





Existen muchas hierbas mágicas en la isla.
Azafrán, artemisia, gardenia, sándalo, prímula, raíz de arándano...
Crecen a pesar del clima, a pesar de las tantas lloviznas que nos sorprenden 2 o 3 veces por semana, a pesar del incandescente sol, de los vientos fuertes provenientes del océano, siempre están allí cada vez que voy por ellas siguiendo las instrucciones de Elysa.
Elysa Demetra Fillipa es la “ doctora ” del caserío.
No es específicamente doctora porque haya finalizado estudios de medicina si no porque sabe de curar enfermedades del cuerpo, del alma y del corazón.
Desde muy pequeña la vi cocinar en grandes ollas diferentes ungüentos mezclando hierbas con aceites, nuestra casa siempre se caracterizo por el aroma a frutos y a verdes combinaciones de las mas variadas, aromas fuertes, aromas sutiles, deliciosos, penetrantes, inolvidables.
El caserío consta de 545 viviendas, conformando de esta manera la población total de les sirenes.
Muchos de ellos son de origen francés, será por ello que el nombre inicial de la isla “la sereia” adopto su traducción a ese idioma.
Hay una plazoleta principal donde se levanta un monumento a Pablo Irmaio, una escuela, una iglesia, la regencia comunal “ regency du les sirenes” ubicada en la zona Norte en donde se encuentra la casa del regente, Conrado Glascow, un centro médico en donde vive el Doctor Pierre Veran, que se ocupa de aquellos casos que Elysa le deriva, un comedor y el área de pescadores, actividad que es el puntal económico de la isla junto con las artesanías y las jaleas de arándano que muchos comerciantes adquieren y redistribuyen en los centros turísticos mas importantes del cordón de barlovento; apuesto a que no muchas personas saben que esa deliciosa jalea se fabrica en la isla mas pequeña de las Antillas, aunque en la etiqueta figure en letra roja “ prodiut fabrique les sirenes”.
Pero sin lugar a dudas lo mas bello de la isla en su fachada al horizonte.
La imponencia de su existencia diminuta, inalterable, enorme en su simpleza, en la combinación de sus colores, de sus matices, de los rincones que se pueden apreciar incluso sin haber desembarcado aún a rozar la arena de sus playas, fue al volver que entendí por fin las palabras de mi amada Elysa al decirme que la verdadera belleza se descubre en una segunda mirada.





Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

La rainha do mar esta lista para zarpar...
ya he arrojado flores blancas al mar , pues voy en busca de una de sus hijas.
La más bella mujer que mis ojos hayan visto.
Mi viaje ha de terminar en sus brazos y solo en ellos pues no he de detenerme hasta alcanzar mi anhelo.
Llevo conmigo hombres crédulos que se lanzan al infinito manto azul en busca de una promesa ficticia que les he hecho. Oro. Nuevas tierras.
Más que se yo de nuevas tierras, solo sé de trasportar mercadería en mi fiel rainha do mar.
Espero algún día sepan éstos buenos hombres perdonar mi osadía.
No he de justificarme.
No soy hombre cobarde para esconderme detrás de infundadas excusas.
Creo que mi fiel amigo Alonso intuye mis propósitos pero calla y lo estimo aún más por eso.
Seré recordado como un loco embustero o quizás siquiera seré recordado.
Pero no es gloria lo que busca este vagabundo del mar...
Busco a la mujer que se adueño de mi alma desde aquel atardecer cuando la escuche cantar.






Desde que era muy pequeña Elysa se ocupo fervorosamente en enseñarme a leer y a escribir.
Será por eso que adquirí la costumbre de anotarlo todo.
Yo era la encargada de apuntar sus recetas.
Caía el sol y la vieja Elysa sacaba de sus costales misteriosos ramos de hierbas que explotaban perfumes al hacer contacto con el aire, entonces prendía su caldero y repasaba sus encargos.
Ungüento para el reuma,
Tónico para el dolor lumbar,
Esencia de benjuí para el dolor de cabeza,
uno por uno los iba separando en pequeños trozos de papel y por orden de prioridad.
Entonces, rápidamente comenzaba su labor, separaba las hierbas, elegía los aceites y en voz alta repasaba los ingredientes.
Esa mujer de cabellos hasta la cintura era todo mi mundo.
Y obviamente que no existía en ese momento nada más fascinante que escucharla relatarme sus historias fantásticas.
Elysa tenía algo de irreal , hasta fantasmagórico diría yo al repasar mi recuerdo después de tantos años, nunca supe su edad, a veces la encontraba la mañana llena de arrugas que parecían dibujadas y otras resplandecía como el sol destellando rayos de luces extrañas que se mezclaban con las partículas del aire; su andar era tranquilo, flotaba, se desplazaba tiernamente entre las personas y las cosas, tenía una mirada profunda que parecía el océano mismo y la tremenda capacidad de pronunciarme las palabras exactas, esas que me devolvían al ensueño de crecer a su lado.
Muchas veces le pregunte acerca de mi origen, pues Elysa me aclaró desde el principio, apenas tuve la capacidad de entender , que ella no era mi madre, dato que, por más que resulte curioso, parecía poco trascendental en esos días para a mi, ya que ella siempre se comportó como tal, como si verdaderamente fuera mi madre, ante mi pregunta bajaba la mirada y sonreía de costado, entonces me hablaba de como milagrosamente en los brazos de las olas yo había llegado hasta la costa en donde ella me encontró llena de algas y con olor a mar, una noche, cuando recogía las hierbas de san Juan y como supo al instante de verme a salvo a pesar de toda probabilidad de supervivencia que yo no era hija de hombres, me decía que la mismísima reina del mar me había concebido, y que al ser una sirena no había tenido otra opción que dejarme en el regazo de la tierra , no por falta de amor, al contrario, si no por demasiado amor mi niña- repetía- nada saben las sirenas de tierra firme, pero me aseguraba, que un día ella vendría a buscarme para llevarme a su palacio en el mar.
¡Como me fascinaba imaginarme a mi madre!
Como me fascinaba la idea de pensar que era hija nada más y nada menos que de una sirena!
En mas de una oportunidad solía divagar construyendo el momento en el que mi madre salía del mar, maravillosa, con su pelo verde largo hasta los tobillos, habiendo ya abandonado su cola de pez para dedicarse a pasar el resto de su vida a mi lado, escuchándome relatarse todas las historias que anotaba en mi cuaderno amarillo, acerca de la isla, de las recetas de Elysa, acerca de mis amigos en la escuela, acerca de todas las veces que me senté a orillas del mar a esperarla.
Se me escapaban las horas del día dibujando su palacio en el fondo del mar, rodeado de Corales y envuelto en cortinas de algas doradas y piedras de muchos colores, y era feliz con esos pensamientos que no me atrevía a compartir con nadie más que con mi cuaderno amarillo, ni a Elysa le confié a dónde y hasta que lugares se escapaba mi mente imaginando el reino al cuál yo pertenecía, de todas formas creo que siempre lo intuyó, pues al verme retraída mirando el horizonte nunca interrumpió mis momentos con alguna palabra o algún gesto y yo me sentía agradecida por su actitud porque en ese momento era la única verdad que conocía y me satisfacía por completo, quizás precisamente por esa satisfacción de niña al concebir mi mundo tan mágicamente era el porque de mi actitud casi distante con todos los niños que me rodeaban, yo era muy consciente de la diferencia que existía entre ellos y yo.
Todos o la mayoría vivían con sus padres, sabían su origen, la fecha exacta de su nacimiento, el lugar en donde habían visto el mundo por primera vez y aunque respetaba eso estoy segura que en aquel momento no hubiera cambiado el reino al fondo del mar por nada del mundo.
Los recuerdo con cariño a pesar de que muchas veces los sorprendí cuchicheando a mis espaldas cuando en medio de alguna conversación yo introducía algún término incomprensible, de esos que entre Elysa y yo eran comunes, pues si hay algo que debo rescatar de mi sabia tutora era su bondad ante el conocimiento, nunca me oculto algo que pudiera contribuir a mi aprendizaje para salir a vivir el mundo – como me decía constantemente- porque vas a ver el mundo pequeña, sí que lo vas a ver...
Cuando no estaba con Elysa, la mayor parte del tiempo lo compartía con Nancy Drew.
Su familia eran inmigrantes Ingleses radicados en Barbados, sus padres residían en Bridgetown y Nancy se alojaba de manera casi permanente con sus abuelos, el motivo del porque las cosas eran de ese modo tanto Nancy como yo lo desconocíamos y tampoco hubiéramos hablado de saberlo.
En realidad Nancy hablaba poco, pero yo disfrutaba su silencio, juntas emprendíamos largas caminatas a través de la playa recolectando piedras y caracoles que después escondíamos en una cajuela en la cuál coleccionábamos nuestros tesoros; mi amistad con ella ocurrió de manera trágica diría yo;
Resulta que muchos de mis compañeros de clase tenían la costumbre de burlarse a menudo acerca del aspecto de la regordeta Nancy Drew, tanto que en varias ocasiones rompía en llanto y corría rápidamente a refugiarse en su casa perseguida por el eco de las risas lideradas por el pequeño Jeant Dupont Júnior, en realidad no solamente Nancy era victima de la burla de este pequeñín caprichoso y engreído que ostentaba un cierto derecho de superioridad debido a su linaje familiar, el Padre de Jeant era el acaudalado dueño de un Hotel fuera de la isla, en realidad, Les Sirenes no era su lugar de Residencia, ellos vivían en la isla de Guadalupe, Jeant y su Madre se instalaban en les Sirenes una o dos veces al año ocupando una enorme casona de descanso que la familia poseía en la zona Norte.
Me llevo un tiempo perdonar a Jeant Dupont después de aquella tarde cuando defendí a Nancy Drew sorprendiendo no sólo a mis compañeros de escuela si no sobre todo a mí misma.
Mucho tiempo después la vida me pondría nuevamente de manera insólita y sorprendente frente a frente a Jeant Dupont Júnior pero muchas cosas sucedieron antes de ese encuentro que en cierta forma cambiaría el rumbo de mi vida.
Había terminado la clase de Historia de la Señorita Greta Sacks.
Nuestra pequeña escuela no ostentaba grandes sofisticaciones pero no faltaban en ella profesores dedicados, su construcción se la debíamos al regente Conrado Glascow, un profesor retirado del prestigioso Comberme School en Barbados.
Junto a la Señorita Greta Sacks estaba la profesora de Literatura Berta Mills, también miembro del Comberme School, el profesor de Matemáticas Rupert Borg y la profesora de artes Celia Montgomery, una vez por semana arribaba a la isla el Profesor Augusto Clambert, quien nos enseñaba a tocar instrumentos musicales y nos ponía al tanto de las noticias del momento.
Al Señor Glascow le interesaba mucho la educación de los niños en la isla.
Sabía que nuestras posibilidades de crecimiento estaban fuera de ella, así que permanentemente trabajaba en proyectos becarios con la escuela de barbados, la que desde un principio se había dedicado a impartir educación a niños de pocos recursos económicos.
Note que algo extraño sucedía cuando Jeant se acerco a Nancy.
Mantener distancia siempre me permitía observar, yo sabía que él nunca se acercaba a Nancy.
Debido a este hecho me obligue a demorar mi regreso a casa, generalmente al finalizar cada clase regresaba inmediatamente evitando de esta manera que Jeant me ubicara en la multitud de niños para gritarme hija de la bruja; algo me obligó a quedarme, quizás fue la mirada asustada de Nancy.
La rodearon varios de los amigos de Jeant y él comenzó a vaciar un recipiente con pintura roja sobre su cabeza.
Inmediatamente, impulsada por una emoción totalmente desconocida para a mí en ese momento solté mis cuadernos, llegué hasta su lado y le atiné un golpe en la mandíbula que lo desplomó al piso. El silencio fue total.
Me pare frente a Nancy haciéndole de escudo abrí mis labios y sin pensarlo siquiera, mirando fijamente los ojos desconcertados de Jeant Dupont le dije
· Tus manos no van a volver a tocar a Nancy Jeant Dupont o han de bajar las aves del cielo a picarte los ojos hasta dejarte ciego.
El niño explotó en un grito de Bruja!!! Y salió desesperado corriendo por el camino, seguido por sus secuaces que aterrorizados no tuvieron el valor de enfrentarme.
Giré, tome la mano de Nancy diciéndole que se enjaguara el pelo con aceite de lavanda para devolverle su color original y desde ese momento nadie se atrevió a molestar ni a Nancy Drew ni a mi, por mi condición de bruja obviamente, convirtiéndonos de esta manera en compinches inseparables.
Fue con Nancy que encontré, esa tarde de enero, el baúl de Pablo Irmaio.




Bitácora del Capitán Pablo Irmaio


Tantas veces he recorrido éstos trozos de Mar conocido...y ahora resultan extraños, misteriosos, casi inexistentes.
¿Hacia dónde me llevas mujer de piel dorada?
Anoche he vuelto a ver tu figura contorneándose entre las olas.
Sé que me guías hacia un nuevo mundo. Tu mundo.
Mis hombres temen.
Lejos estamos ya de las rutas que sabemos.
Reina el silencio entre los rincones de este barco fantasma que rompe la niebla espesa y avanza sin destino fijo.
Yo escucho solo tu voz.
Yo contemplo sólo tu mirada.






Es imposible definir la emoción que causo en mí encontrarme con ese cofre.
No me costó mucho convencer a Nancy de ocultarlo ya que era nuestra costumbre esconder los tesoros encontrados.
Fue al ojearlo rápidamente cuando mi pupila se detuvo en la firma al final de un escrito que el corazón me latió desesperadamente.
Pablo Irmaio, murmuré.
En incontables oportunidades Elysa me había relatado acerca de este misterioso personaje.
La historia de la isla está directamente relacionada con su vecina Guadalupe.
En la época de la conquista, el archipiélago de Les sirenes y el de Guadalupe fueron en un principio totalmente ignorados por los europeos en su arribo a las aguas del caribe, debido a la ausencia de oro.
Es el almirante Colón quien en el año 1493 bautiza a una de ellas, la más grande, con el nombre de Guadalupe, en honor a la Virgen de Santa María Guadalupe en España y la declara “tierra de aguadas”, convirtiéndose de esta manera en un punto estratégico en donde los marineros podían encontrar agua dulce para re abastecerse y continuar el viaje hacia otros rincones del Mar Caribe, Les Sirenes queda entonces relegada ante la creciente afluencia de navegantes europeos que se dirigían por ese motivo hacia Guadalupe, albergando sobre sus tierras solo a una pequeña tribu de indios Caribes, los cuales serían más tarde en su mayoría esclavizados cuando en 1635 los franceses inician una guerra contra los indígenas autóctonos de esas islas.
Tras la abolición de la esclavitud en la isla de Guadalupe en el año 1848, comienzan a llegar hacia Les Sirenes sus primeros pobladores permanentes, en su mayoría esclavos africanos, que habían sido traídos por los franceses, ante su fracaso en la tentativa de querer explotar a los Caribes; tentativa que dejo como consecuencia su diezma casi total.
Según Elysa, fueron ellos los que encontraron una piedra inscripta que decía “ al navegante Pablo Irmaio y su sereia”; la cuál descansa a los pies del monumento a Irmaio que se alza en la plaza principal; a partir de ese momento, comienzan a llamar a la pequeña isla sin nombre “ la Sirena “.
Después arribarían las primeras oleadas de inmigrantes en su mayoría Franceses, quienes descubren la belleza y tranquilidad de este olvidado archipiélago, en donde crecían plantas de arándanos y especies exóticas de hierbas nunca vistas, que traducirían su nombre original al francés.
Solamente por sus primeros habitantes y por tradición oral, para lo que muchos es una leyenda, se atribuye su verdadero descubrimiento al Capitán Irmaio, remontándose al año 1537, aproximadamente 1 año después del descubrimiento de Barbados, aunque hacia el mundo la pequeña sirena forme parte del descubrimiento del famoso Almirante.



La letra era clara, casi dibujada, reflejaba una meticulosa pasión extraordinaria en cada vocal, en cada consonante que se unían para formar una frase, tenía dibujos extraños de mapas, anotaciones al pie de la pagina, incontables bosquejos del rostro de una mujer de cabellos muy largos y cola de pez.
Verdaderamente Pablo Irmaio había visto una sirena y lo plasmaba de manera incuestionable en el cuaderno que lo acompañó durante todo su viaje.
Imperiosamente le pedí a Nancy que guardara conmigo el secreto de nuestro hallazgo prometiéndole la posibilidad de vernos involucradas en una aventura sin precedentes, pues nada más misterioso y lleno de aventuras que el diario secreto de un navegante – le dije- mientras los ojos de Nancy explotaban de imaginación y entusiasmo ante mis palabras.
Solemnemente realizamos el juramento pertinente acordando reunirnos todos los días después de clases para investigar minuciosamente hasta el último detalle del diario del navegante.
Esa noche yo soñé con él.
Venía apostado en la proa de su barco, una brillosa cabellera plateada le caía por los hombros, llevaba un gran sombrero con una pluma gris, un saco negro hasta los tobillos y un fulgor enceguecedor en las pupilas. Siempre mirando hacia el horizonte.
Llegue caminando lentamente hasta su lado, bajo la mirada y me contemplo sonriendo, en ese momento me desperté sobresaltada.
La conexión entre nosotros era incuestionable.
Rápidamente salté de mi catre.
Me vestí a toda prisa y me escabullí entre los ronquidos de Elysa rumbo a la playa en donde habíamos ocultado el cuaderno.
Tenía que saber más.
Corría rompiendo la brisa cálida que me castigaba la piel, impulsada por un sentimiento desconocido que me explotaba en el pecho.
A mi paso, las luces lejanas del caserío destellaban formas extrañas, formas nuevas, como si todo mi Universo estuviera modificándose sutilmente ante mi avance.
No era tarde.
Todavía el movimiento de la isla no se había aplacado en los brazos de la noche.
Todavía llegaban embarcaciones a descansar en el vientre de nuestro pequeño puerto.
Atravesarlo era una dirección obligatoria para llegar hasta mi destino, situación que me inquieto durante una fracción de segundo, sobre todo si quería mantener en secreto mi escabullida nocturna, seguramente el viejo Monti, amigo de Elysa, estaría como todas las noches levantando sus redes y seguramente se extrañaría ante mi presencia inusual, generalmente nunca abandonaba la casa después de las 9 de la noche.
Pero nada me importaba en ese momento.
Apreté los párpados con fuerza y deseé ser invisible.
Pasé al lado del viejo Monti como si fuera una estela luminosa, un fogonazo impredecible, un soplido fugaz mezclado con el aire. No advirtió que era yo, solamente se llevó la mano al rostro encandilado por los chispazos que dejaron mis huellas descalzas. Y yo sonreí satisfecha. Siempre había querido probarme que podía ser invisible.
Pero me detuve de repente. Como si una pared de concreto se hubiera manifestado de la nada.
Ahí frente a mí, descendiendo de un pequeño bote junto a otras tres personas vi a Catalina y me desplomé al suelo.
La última imagen antes de perder el conocimiento fueron los ojos azules asustados de esa mujer tomándome la mano.




Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

¿Acaso existes?
O es tan solo mi corazón el que te inventa en la bruma de las olas...
¿Vives?
¿Respiras?
¿Acaso existes?
Mil veces durante el día me acosan interminables interrogantes,
Entonces cae el sol en el horizonte, se asoman las estrellas en el firmamento y me iluminan tu rostro que como una brújula me insta a seguir avanzando más adentro en el vientre del mar que abraza tu cuerpo húmedo mujer.
Mis hombres cuestionan mi cordura.
Lo sé.
Ya casi no les dirijo la palabra,
Mi buen amigo Alonso esta prácticamente al mando.
He decidido firmemente guardar cada una de mis palabras para dártelas.
Sé que hallar tierra se ha convertido en una necesidad, pues en el corazón de éstos hombres comienza a gestarse lentamente la semilla de la desconfianza ante mis falsas promesas.
¿Que sucede? Me pregunto.
¿Acaso los hombres ya no sueñan con encontrar sirenas?
¿Acaso la fiebre ésta, la nueva fiebre, la de la riqueza es tan devastadoramente poderosa que impide y va a impedir que los hombres sueñen con encontrar sirenas?
Durante años he vagado sin rumbo.
Desde que fui un pequeño que navegaba sin barco. Sin velas y sin viento.
Un vagabundo sin rumbo...
Acumulando monedas que nunca acariciaron mi rostro cansado.
Acumulando besos de labios fríos,
pechos vacíos,
mujeres sin rostro,
corazones de los cuales nunca quise ser el dueño,
hijos que nunca fueron míos,
¿Acaso los hombres van a dejarse vencer por tanto desconsuelo?
Se viene el mundo.
El nuevo mundo.
¿Van acaso a llevar a estos parajes nada más que un sueño de monedas?
¿Van acaso a de dejar que muera la ilusión del navegante?
Esa, la de verle la cara al mar, de frente, a las pupilas, al alma.
¿Acaso los hombres van a dejar de soñar que sueñan sirenas?






Desperté sobre mi catre rodeada de voces que parecían extrañas en el tumulto , pero no lo eran.
Elysa, el Doctor Verán y Ulises Monti, quien no se explicaba como pude haber aparecido en el muelle sin que el hubiera advertido mi presencia.

· Ha sido tan sólo una conmoción Elysa – repetía el Doctor Veran- no te preocupes, algo debe de haberla sobresaltado.
· -El muelle estaba muy tranquilo doctor- interrumpió Ulises-
· En fin – continuo- que repose tranquila, cuando recobre totalmente la conciencia seguramente te contará lo sucedido... me retiro. Descansa Elysa, la pequeña Naia va a estar bien, tu lo sabes.

Giró y se dirigió a la puerta de salida acompañado por Ulises.

· Elysa...perdóname – le dije cuando advertí que estábamos solas.
· Mi pequeña Naia – respondió- no hay nada que perdonar, nos diste un buen susto, nada más. ¿Que hacías en el muelle a esa hora niña por Dios?
Hubiera sido la oportunidad perfecta para contarle a Elysa acerca del diario de Irmaio y del estupor que me había causado toparme con esa extraña mujer, pero no lo hice, no porque tuviera secretos que ocultarle a mi querida amiga, si no porque interiormente intuía, y sin saber porque, que esta aventura que se aproximaba, esta aventura que estaba a punto de permitirme atravesar era un viaje que debía hacerlo yo sola.

· Sentí que debía ir...hacia el mar... - respondí sin pensarlo-

Elysa me contemplo en silencio unos minutos, bajo la mirada y suspiró profundamente.

· No te preguntaré más sobre lo sucedido- concluyó- tan sólo quiero que te cuides. Ahora descansa, mañana tienes un largo día en la escuela.
· Un largo día? - le pregunté

· Conrado Glascow ha traído una nueva profesora de Literatura. Berta Mills por fin ha decido darle el sí al pobre de Serge Ferrans y se mudan a Inglaterra...la pobre mujer esa que casi matas del susto en el muelle es la nueva profesora!- dijo soltando una carcajada.

¿La mujer de muelle?... ¿Nueva profesora?...
Parecía que la cabeza me fuera a estallar en mil pedazos.
¿Quien era ella?
Resolví inmediatamente, antes que el sueño terminara de vencerme, que debía descubrirlo.

Amaneció.
Y ese día más que ningún otro día sentí la presencia del sol sobre mis hombros, pero no era agobiante sentirlo sobre la espalda, al contrario, era como una luz reconfortante que me invitaba pacíficamente a vivir plenamente las horas de su presencia sobre el manto azul que se confundía con las aguas del Atlántico.
Sonreí y al hacerlo supe ciertamente que mi vida estaba a punto de cambiar por completo.

Nadie hablaba de otra cosa en la escuela.
Catalina era su nombre.
Venía desde Barbados.
Henry Pierce bromeaba desparramando el rumor que era la novia del Regente Glascow.
Juliette Terry lo interrumpía diciéndole que no era cierto y se ufanaba en contarnos que su Madre la conocía muy bien, de Barbados, pues Catalina Fabre es una prestigiosa profesora del Queen´s College, según dice mi madre, ha sido enviada a buscar niñas aptas para competir por una beca del colegio - agregaba – y según mi Padre no cree que vaya a quedarse mucho tiempo en esta isla...
Yo los escuchaba sin prestarles atención.
El regente hizo sonar la campana e inmediatamente corrimos hasta el salón.
Una vez que hubimos ocupado nuestros pupitres se hizo presente el rector.
Glascow era un hombre imponente.
Su cabellera y su barba rojiza en más de una oportunidad eran motivo de risas entre nosotros.

Inmediatamente después entró Catalina y yo que quedé nuevamente sin aire.
Era una mujer alta, delgada, llevaba el cabello recogido pero se notaba que era muy largo.
Amarillo como el sol.
Tenía ojos azules, tan azules como el mar.
Sus facciones eran delicadas, sutiles, la piel muy blanca y los labios finos.

· Niños – comenzó Glascow- la señorita Fabre será temporalmente su profesora de Literatura ante la ausencia de la Señorita Mills...además trae consigo buenas noticias..el prestigioso Queen College de señoritas nos ofrece la posibilidad de concursar por algunas becas para aquellas niñas que estén interesadas en asistir, muy pronto les informaremos detalles sobre esta magnifica propuesta educativa que nos acerca esta prestigiosa institución...de más está decirles que espero la reciban con respeto y cariño.

No parecía estar nerviosa, al contrario...
Graciosamente se desplazó hasta su escritorio, dejó los libros que cargaba y nos saludó cálidamente, pidiéndonos que abriéramos nuestros libros en la pagina 345.
Yo trataba de hacerme invisible nuevamente en mi banco pero el truco de la invisibilidad no funcionó con Catalina Fabre, me ubico, se aproximó a mi pupitre y se inclinó hacia mí suavemente.

· ¿Te encuentras mejor? - preguntó- ¿anoche en el muelle recuerdas? Te llevamos hasta tu casa con uno de los pescadores, tu madre me dijo que estarías bien... ¿Naia es tu nombre verdad?
Hubiera querido responderle, pero solo asentí con el rostro.
Su voz me resultó tan familiar que en ese momento hubiera querido saltar a sus brazos.
¿Era posible?
¿Podía ser verdad?
Catalina llegó desde el Mar.
...tal vez...




Los ojos de Catalina.
¿Que palabras podría usar para describir los ojos de Catalina?
Solo puedo decir que sus pupilas se asemejaban a un paraje cálido en dónde descansar después de un largo viaje...nada más y con eso basta.
Sus clases eran momentos en los cuales yo me atrevía simplemente a soñar.
Momentos en los cuales se me escapaba la mente hacia lugares que incluso nunca me hubiera atrevido a imaginar.
Pensaba. Sin parar.
Intentando tal vez encontrar una explicación convincente a lo que me sucedía, pero me resultaba imposible; esa mujer entraba por la puerta del salón e inmediatamente el corazón se me escapaba a palpitar en una calma desconocida para a mí en esos momentos, nada sabia mi alma de esas emociones.
Sin saber estaba perdiéndome en un mundo que irremediablemente iba a conducirme a caminos extraños; caminos que habrían de marcar mi infancia, el paso de Catalina por Les sirenes...mi vida.




Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

...tus ojos no se comparan con nada mujer.
Que me digan los hombres que han visto miradas inolvidables!!
Allá ellos...
Nada saben.
Sé yo porque he visto tus ojos.
En altamar todo es confuso.
Hasta la cordura más inquebrantable se pierde en los brazos de este Dios incompresible.
A diferencia de los sensatos yo no lucho, me dejo llevar por la espesa bruma que emana de sus olas como un opio a los sentidos, me pierdo, me desdibujo entre las formas uniformes que ven la luz al ser usurpadas por la monstruosa estructura de mi nave, me someto libremente al viaje al que me invitan...al fin y al cabo éstas nobles formas sin forma me están llevando hacia mi destino.
Hacia tu vientre...sirena mía.







No me arrepentí de haberle contado a Nancy mis inquietudes acerca de Catalina, al contrario, creo que resulté sorprendida, pues ella, sin vacilar, me comprendió al instante de haber finalizado mi discurso.
Ambas estábamos paradas frente a una conclusión cierta:
Catalina Fabre era una sirena y teníamos que probarlo.
Si algo habíamos aprendido acerca de nuestros recurrentes encuentros en la playa repasando el diario de Pablo Irmaio era que las sirenas ciertamente existían y que no era una locura ni mucho menos aventurarse en la dantesca empresa de perseguirlas, encontrarlas y amarlas el resto de la vida, costara el precio que costara, de más está decir que un niño no tiene a menudo la posibilidad de toparse con la oportunidad de corroborar sus fantasías y en ese momento, mi amiga Nancy veía a través de mis ojos lo que yo creía firmemente.
Obligada o no por los lazos que la unían conmigo, sin pensarlo siquiera, se embarcó en una aventura sin precedentes, ojala la recuerde aún hoy después de tantos años, ojala estalle en carcajadas al leer cada palabra de esta historia, ojala Nancy haya podido como yo mantener viva a la pequeña niña de la playa de Les sirenes...
Estuvimos inmediatamente de acuerdo en algo desde el principio:
Recabar información al respecto era ineludible.
Y eso significaba una sola cosa, escabullirnos en la biblioteca secreta de Elysa...
Elysa no solamente era famosa en la isla por sus dones curativos, todo el mundo admiraba de sobremanera sus conocimientos al respecto de cualquier tema, misterioso o no, verdadero o no que se comentara en cualquier rincón de cualquier casona edificada sobre Les sirenes.
Ante las más variadas circunstancias Elysa Fillipa siempre encontraba la respuesta adecuada para el consultante.
Precisamente por este saber muchos se atrevían a llamarla bruja.
Ella siempre se reía ante semejantes rumores, recuerdo que pacíficamente me comentaba cuanto se alegraba de eso...- de esa manera están lejos los que deben estar lejos- me decía mientras mordisqueaba graciosamente los bizcochos de almendras que preparaba religiosamente cada tarde de domingo.
Debo reconocer que poco entendía yo de esa calma.
En fin.
La biblioteca de Elysa se encontraba en la parte trasera de nuestra casona.
Después del plantío de lavandas.
Era una construcción precaria, hecha de piedra, en donde sus libros misteriosamente se conservaban intactos a pesar de toda inclemencia climática.
Elysa nunca me había prohibido la entrada a ese lugar sin embargo a mí me gustaba creer que sí, pues le agregaba una cuota más de adrenalina a mi estancia en esa casona decorada con corales y pinturas de las más variadas especies de flores, actividad que mi amada amiga encontraba reconfortante y placentera cada tarde de sábado apenas caía el sol en el horizonte del atlántico, silenciosamente se sentaba en la galería rodeada de pinceles y telas y frascos de pinturas de muchos colores y se perdía en ensueños de pétalos a los cuales yo no tenía acceso, no porque ella me excluyera, al contrario, si no porque en ese instante un mundo se dibujaba frente a sus pupilas y yo inconscientemente me alejaba unos pasos al costado para verla brillar en los delicados trazos que parían sus manos viejas. Tan sólo eso me bastaba para sentirme cerca, muy cerca.
El ingreso fue planeado meticulosamente coincidiendo con la infaltable siesta después del almuerzo.
La falta de cautela podía significar el fracaso rotundo de nuestra empresa y era algo que no podíamos permitirnos, no después de tanta anotación en mi cuaderno amarillo en donde había meticulosamente dibujado la puerta de entrada del recinto, el camino que debíamos tomar y la escapatoria ante cualquier eventualidad. No importaba que solamente siete metros nos separaran de la habitación de Elysa, la acción debía ser llevada a cabo según lo estipulado y librada de cualquier error.
Cuando los ronquidos de Elysa hubieron invadido toda la casa, Nancy y yo emprendimos el camino hacia nuestro destino en el jardín.
Unánimemente decidimos que arrastrarnos entre las plantas de lavanda era la mejor opción para mantenernos ocultas por si acaso ella despertaba de repente y se le ocurría asomarse por la ventana de su habitación.
Después de unos minutos con los codos raspados y los pelos enredados llegamos hasta la puerta.
No tenía llave así que solo un empujón basto para que se abriera de par en par y nos dejara ver sus cuatro paredes con estantes del techo al piso lleno de libros viejos.
Me atrevo a afirmar que a Nancy la invadió la misma sensación que a mí-
lejos de ser una pequeña habitación, en ese momento, súbitamente se transformó en un enorme lugar, tan gigante que casi podría decir que estuvimos a punto de perdernos en él, entre las palabras que contenían las tapas resecas de esos libros, entre la madera oscura de los estantes, entre los rayos del sol que a pleno se colaban por las hendiduras.
Era un sitio lleno de magia y sin decirnos una palabra, mi amiga y yo estuvimos plenamente convencidas de eso.
Nunca imaginé que a Elysa le interesaran tanto las sirenas.
Gran parte de los libros que allí se encontraban tenían que ver a cerca de ellas o hacían referencia a su existencia en distintos fragmentos de grandes obras literarias, yo estaba al tanto que de vez en cuando Conrado Glascow llegaba hasta nuestra casa trayéndole algún libro de regalo cada vez que viajaba a Guadalupe o a barbados pero jamás supuse que fueran tantos y mucho menos que la mayoría albergara el mismo tema.
Inmediatamente me sentí invadida por un interrogante ¿Y si Elysa verdaderamente creía que algún día llegaría una mujer-sirena a la isla?
Se me dibujó una gran sonrisa en los labios, seguro que así era , entonces recordé su relato acerca de mi madre y su origen marítimo, era indudable que Elysa había pasado muchos años recopilando la información necesaria para reconocerla no bien sus pies se posaran sobre les sirenes... entonces ella debe estar al tanto acerca del origen de Catalina – dije en voz alta-
· ¿Tú crees que Elysa lo sabe? Me preguntó de repente Nancy, como si intuyera mis conclusiones
· Probablemente – asentí- pero no podemos correr el riesgo
· ...Mira lo que encontré – me interrumpió Nancy

Se trataba de un libro muy diferente al resto.
Sus tapas parecían hechas de algas resecas y una inscripción que decía SEIREN.
Tomamos el gran libro entre nuestras manos y colmadas de pavor lo abrimos lentamente.
La primera frase decía “Consagración a Afrodita”
¿Afrodita? Me pregunté.
· Elysa me ha contado sobre ella – le dije a Nancy- es una Diosa de una antigua civilización llamada los griegos
· mira... - dijo Nancy- dice ritual y hay un detalle de muchas hierbas y plegarias extrañas


…” Elemento agua – feminidad, receptividad, apertura, océano, origen de toda vida”
“ninfas, nereidas, sirenas, ondinas”
“pentagrama, sal, imágenes, piedras, árboles, lazos de magia”
“El caldero, los siete fuegos, la caña de bambú, las sales de Afrodita”

...” bambú...phyllostachys áurea...cetro del maestro blanco...sabio elemental de los cuatro ríos del Edén...sé mi columna vertebral”
...”Hija de Zeus... 150 lunas sé mis pies”...



Ambas estábamos perplejas ante lo que nuestros ojos leían.
· Así es... como se vuelven mujeres fuera del agua...- dijo Nancy por fin arrebatándome de mi estupor
· Sí... respondí sin mirarla, pues no podía apartar la vista de esas extrañas palabras- aparentemente 150 años caminan sobre la tierra.
Sin poderlo evitar la mente se me escapó de repente, situándome en el momento exacto del ritual.

Era una playa.
La sirena se había arrastrado por la arena dejando inscripta una huella por la cual no iba a regresar. Un camino hacia el mar.
Del morral que llevaba colgado en sus hombros saco la vasija que utilizaría como caldero.
Encendió un pequeño fuego invocando al elemental.
La llama se hizo presente.
Estrujó sus largos cabellos llenando de esta manera con agua el cacharro ya caliente y deposito en él el trozo de bambú que había traído consigo.
Levantó la mirada fijando sus transparentes ojos verdes en la silueta de la luna en donde la diosa hija de Zeus la observaba expectante, abrió sus labios y se consagró por un siglo y medio al vientre de su afrodita.
Inmediatamente entre lamentos y gritos de dolor se le fueron desprendiendo las escamas, una a una.
Y se le mojaron las piernas de piel suave y delicada con cada lagrima que le entregó a la que debía un día volver a pedirle le entregara nuevamente su cola de pez...

Suspiré profundamente, mi madre estaba en la isla y ahora sabía como había hecho para venir a buscarme.





Bitácora del Capitán Pablo Irmaio
Levántate y anda mujer...
Y dame una señal.
Dime en que trozo de tierra has de esperarme...
Que yo allí estaré para encontrarme contigo aunque me lleve la eternidad.
Dame una señal.
Y que mis versos de amor sean la carne que revista tus pies descalzos...







Atardecía.
Catalina formalmente le había propuesto al Regente realizar una actividad poco usual para la cuál había obtenido la autorización pertinente.
Todo el grupo de Literatura nos dirigíamos a la costa Norte a realizar un taller de lectura a orillas del océano.
Nancy y yo caminábamos en silencio, una al lado de la otra, habíamos planeado meticulosamente el momento y no podíamos permitirnos desaprovechar una valiosa oportunidad que quizás no se repitiera.
El día anterior ambas llegábamos a la conclusión que íbamos a necesitar mucho más que suerte en nuestra tarea, pues después del libro que habíamos encontrado, asumimos que además de perder las escamas, las sirenas debían también de perder su memoria de pez – si no ella debería recordarte Naia- concluyó Nancy mientras revolvíamos entre los frascos de Elysa tratando de encontrar un trozo de bambú.
-Es cierto - respondí- es probable que también esta afrodita se lleve la memoria...es algo lógico si te pones a pensarlo...no creo que sea nada fácil para una mujer andar caminando por ahí sabiendo que antes fue un pez...
· pero...- me interrumpió Nancy- algo deben de recordar ...aunque sea de donde vienen, en el libro decía que tienen piernas 150 años...les tiene que resultar sospechoso vivir tanto tiempo-
Nancy estaba en lo cierto y su acertada conclusión me ponía frente a frente a una temible pregunta...
¿ y si mi madre no quería reconocerme? Acaso podía ser posible que se hubiera obligado a olvidarme por algún motivo, pero de ser así ¿ a que había vuelto a la isla si no era para revelarme su existencia y llevarme con ella?

· A mí todo esto me resulta muy extraño Naia... yo también sospecho que la profesora Fabre es una de ellas...pero a lo mejor...solo a lo mejor, resulta que no es tu madre...podría ser cualquier otra sirena que quiso volverse una mujer normal...

Nancy podía estar en lo cierto.
Tal vez mi deseo estaba apartándome de la realidad,
Tal vez Catalina fuera una sirena más y sólo eso.
De todas formas tenía que intentar algo, quizás si lográbamos que nos revelara su verdadera identidad yo podría preguntarle que fue de mi madre...


No encontramos un trozo de bambú si no aceite de bambú.
Después de debatir dos largas horas sentadas junto al pequeño frasco arribamos al siguiente razonamiento:
“si el bambú en un principio combinado con el agua y las palabras correctas hacia afrodita podía lograr que las escamas se cayeran una a una, probablemente los mismos elementos pero diciendo otras palabras podían llegar a causar el efecto contrario”

Ahora; cuáles podían llegar a ser esas palabras era todo un acertijo.

Elysa siempre me había dicho que en el interior de cada mujer existe un lazo que la une a la magia de la naturaleza, me decía que un deseo, en un corazón puro, era capaz de atravesar las barreras que nos separaban de los misterios existentes más allá de los ojos, por ende, según las palabras de mi amiga, nada impedía que Nancy y yo pudiéramos encontrar las palabras exactas para el ritual de “ volver a ser una sirena”
Con varias hojas de papel en la mano nos sentamos una en cada rincón de la galería.
Elysa se había marchado a la Costa Sur pues nuevamente el Dr. Verán había solicitado su ayuda en un alumbramiento y la abuela de Nancy había aceptado dejarla pasar la noche en nuestra casa.
Por lo tanto, teníamos una larga jornada por delante.
· ¡ya lo tengo!- dijo Nancy sobresaltada- ...todas esas palabras raras pero en vez de decir 150 años sé mis pies...que vuelvan las escamas a mis piernas...
Medité un segundo.

· Podría llegar a funcionar...pero no estoy segura...tengo una idea, ¿que tal si simplemente llevamos el bambú, el recipiente, el libro y cuando tengamos un momento simulamos combinar todas estas cosas para ver como reacciona?
· ...me parece que es una buena idea...pero ¿llevarnos el libro? ¿Que pasará si Elysa nos descubre Naia?
· Elysa nunca me ha prohibido tomar uno de sus libros...creo que no le importara... ¿Estamos de acuerdo entonces? - le pregunté entusiasmada con mi idea.
Nancy titubeó unos minutos pero finalmente asintió con el rostro.

Ninguna sirena se podría resistir al recuerdo del ritual... pensé para mis adentros y sonreí satisfecha.

El sol de media mañana había comenzado a azotar la fina arena de la playa, motivo por el cual nos detuvimos debajo de un grupo tupido de palmeras que habían formado un reparador paraje;
Catalina se dejó caer sobre la arena, nos pidió serenamente que hiciéramos un minuto de silencio para permitirnos observar la belleza que nos rodeaba y comenzó a leer un poema de una famosa escritora a la que siempre ponderaba en sus clases llamada Emily Dickinson:




La esperanza es el ser con plumas
Que anida en el alma,
y canta una melodía sin palabras,
y nunca concluye del todo,
y la canción más dulce en ráfagas

Pues debe estar molesta la tormenta
que logra abatir al pájaro
que nos mantenía cálidos.
La escuché en la gélida tierra,
y en el más extraño mar;
aunque, jamás, en los confines
pidió una astilla de mí.





Llegado el mediodía, después de varios abrumadores poemas, nos dispusimos a tomar un refrigerio.
Nancy y yo, cómplices, intercambiamos una mirada.
Procuramos alejarnos del grupo, no demasiado para no levantar sospechas pero lo suficiente como para estar al alcance de la vista de Catalina.
Me temblaron un poco las manos al principio pero inmediatamente recordé el motivo principal de mi cruzada, mi Madre.
Saque la vasija de mi bolsa, Nancy sustrajo el aceite de bambú, arrimamos una ramas secas de palmera formando un círculo, tomé un cerillo que había tomado de la cocina de Elysa y lo encendí, vertí un poco de agua de mi cantimplora sobre la vasija y agregué unas gotas del aceite; miré de reojo; efectivamente habíamos captado la atención de Catalina que ya se aproximaba hacia dónde estábamos.
Clave mis pupilas en la mirada asustada de Nancy, había llegado el momento.

-... ¿Que hacen niñas?
Pregunto Catalina en medio de una tímida sonrisa mientras se sentaba a mi lado curiosa.
Debo decir que se nos había pasado totalmente por alto el hecho de que se acercara a cuestionarnos algo. Debía improvisar. De inmediato.
· Un ritual. Contestó Nancy a secas y yo creí desfallecer.
· ¿Un ritual?... ¿de que?... ¿que saben ustedes de rituales?

Giré el rostro, mi mirada fulminante fue más que suficiente para que Nancy se llamara al silencio.
Medité un segundo, las circunstancias estaban dadas, ya no había a donde huir.

· Sirenas... - respondí segura-
· ¿sirenas?... ¿te gustan las sirenas Naia?

Percibí un dejo de doble sentido en su pregunta que me dio pie para continuar.

· Si, me gustan mucho... ¿y a usted Señorita Fabre?
· ¡Claro que si! Respondió inmediatamente- al igual que ustedes niñas yo también crecí a orillas del mar y también he soñado con sirenas...
· Elysa tiene un libro que habla de sirenas...
· Y de rituales...- Interrumpió Nancy- a la que nuevamente le clave mi mirada exasperada.
· ¿Rituales para que? - preguntó Catalina-
En ese momento hubiera querido que la arena simplemente devorara a Nancy.

· Cosas...que escribe Elysa... no sabemos para que pero nos pareció divertido- respondí tratando de salirme por la tangente-
Nancy bajo la vista sonrojada.

§ Me parece divertido- respondió- es verdad...hay un mundo de misterios en la imaginación de las personas que me resulta fascinante...al igual que a ustedes me parece- giró el rostro me contemplo unos segundos y continuó- me han comentado que Elysa se ha ocupado de brindarte una educación muy amplia Naia ¿verdad?
Yo asentí con el rostro, también tan sonrojada como Nancy.

· Elysa Fillipa es una mujer muy respetada por éstos lugares – agregó- me alegra que haya alentado tu imaginación...claro que sí....el Sr. Glascow me comento, justamente antes de zarpar en esta caminata, acerca tu conocimiento sobre hierbas de la isla y otras cosas que me resultaron del todo interesantes...deberías contármelo todo un día de éstos....
· Claro que sí – respondí casi titubeando-

se incorporó siempre sonriente.

· Cuidado con ese fuego... - dijo, mientras giraba y se disponía a volver con el resto de los niños.
Fue en ese preciso instante cuando estrepitosamente, sin meditarlo siquiera una milésima de segundo, Nancy tomó el aceite de bambú y sin más lo vacío completamente en la larga cabellera rubia de Catalina mientras repetía “ que vuelva la cola de pez” “ que vuelva la cola de pez”.
Catalina se paralizó del espanto y yo creí desfallecer del estupor.
Estábamos irremediablemente en graves problemas.

La puerta que nos separaba de la sala de espera con la oficina del rector se había convertido súbitamente en un verdugo, no podía apartar la vista de ella ni frenar mis pensamientos tratando de imaginar que nos podía deparar esa inmensa habitación una vez que Catalina saliera para hacernos entrar a dar explicaciones de lo sucedido.
· ¿Porque lo hiciste Nancy? - le pregunté después de casi una hora de silencio.
· No lo sé- respondió - y yo me quedé muda ante su respuesta, creo que esperaba por lo menos algún argumento que la justificara.
La puerta se abrió.
La expresión de Catalina era calmada por lo que intenté persuadir a mi corazón a que redujera sus latidos.
Entramos escoltadas por ella.
Glascow se encontraba apoltronado en su gran sillón de madera y cuero negro, con los anteojos colgados de su nariz y una mirada de desconcierto que nos recorrió de pies a cabeza.
Nos indicó que tomáramos asiento, su dedo índice rechinaba un lento compás en el grueso escritorio que reinaba entre nosotras y él; suspiró profundo y después de unos minutos que parecieron la eternidad misma abrió los labios para emitir palabras.

· La señorita Fabre...me dice que...fue víctima de un suceso extraño protagonizado por Ustedes dos Señoritas en la clase de hoy, durante el paseo a la playa... algo relacionado con un ungüento que terminó en la cabellera de su profesora... ¿estoy en lo correcto?
Ninguna de las dos se atrevió a pronunciar palabra, solo asentimos con el rostro.

- De más está decir – continuó- que me encuentro del todo desilusionado y desconcertado...intentando entender tal vez...¿ Podría por favor alguna de las dos darme una explicación convincente?
Apreté suavemente la mano de Nancy, era de imperiosa necesidad que mantuviera la boca cerrada.

· Yo soy la única responsable de lo que paso rector- dije sin preámbulos-
· Sin embargo...tengo entendido que fue la señorita Drew quien vertió el contenido del frasco sobre la señorita Fabre Naia...
· Así es Rector.... - lo interrumpí- y le aseguro que Nancy se arrepiente por ello, jamás hubiera imaginado hacer una cosa así si no hubiera estado previamente influenciada por mí...se lo aseguro...sucede que estoy tratando de poner a la práctica algunas recetas que me ha enseñado Elysa...en las que el aceite de bambú es el componente principal para oscurecer el cabello y... justamente ayer por la noche que amablemente la Señora Drew le permitió a Nancy quedarse en nuestra casona estuvimos leyendo casi toda la noche acerca de esta receta...y debo decirle que no pare en toda la velada de hablarle a la pobre Nancy acerca de ello...tanto le hablé... que ésta mañana cuando estábamos en la playa con el aceite y la vasija y todos los elementos al ver la larga cabellera dorada de la Señorita Fabre...Nancy no pudo evitarlo....es más... yo le pedí que lo hiciera...

Miré de reojo; Catalina me observaba a la distancia con una expresión de desconcierto.

· Le pediría por favor – continué- que no castigue a mi amiga Rector- no quisiera que ella tuviera que pagar por mi falta de consideración y de respeto...

Es difícil describir la expresión de Conrado Glascow. Se trataba de una mezcla algo difusa de muecas que no llegaban a definirse en su rostro.
Vaciló unos instantes.
· Comprenderán que no puedo dejar pasar esto por alto – dijo por fin- ...creo que debido a tu confesión Naia... si no tienes algo que acotar o retractarte no tengo más opción que comunicarme con Elysa informándole que deberás afrontar una suspensión de las tareas escolares durante unos días ,perdiendo así obviamente, muchos privilegios que habías adquirido por tu esfuerzo durante el transcurso del año....de todas formas Nancy...más allá del discurso de Naia....al que creo...por tu llanto...no tienes nada que agregarle...
· No Rector – volví a interrumpir antes que Nancy abriera la boca para pronunciar palabras – seguramente mi gran amiga solo intentará defender lo indefendible...
· Bien – dijo Glascow – como decía, igualmente tendré que hablar con tu abuela Nancy...tu castigo será quedarte durante 3 semanas dos horas extras después de clase repasando tus lecciones...que te serán evaluadas directamente por mí...estoy seguro que la Señorita Fabre ya ha superado el mal momento y que no guardará apreciaciones personales contra ustedes después de lo sucedido...- agregó mientras miraba a Catalina-
· Claro que no Rector – respondió Catalina- simplemente me gustaría que las dos, ya que percibo una gran amistad entre ambas, repasen y comenten lo sucedido con lujo de detalle...sinceramente entre las dos...
Las últimas palabras sonaron en mi oído con un reproche ineludible, por alguna razón Catalina estaba siendo cómplice de mi mentira y aunque interiormente me sentía abatida por haber tenido que desfigurar los hechos, me satisfacía la decisión que había tomado, Nancy estaba envuelta en todo este lío de aceites de bambú y sirenas inducida por mí y yo tenía que responder al respecto.

· Naia...- dijo Glascow una vez que nos hubimos acercado a la puerta de salida- no te retires al terminar tu clase....te llevaré hasta tu casa para reunirme con Elysa....

Creo que recién al terminar de escuchar esa frase caí en cuenta de que aún no habían terminado los problemas para a mí.
En mi mente convivían solamente dos opciones:
o Elysa comprendía lo sucedido como una travesura, o iba a tener que pasarme el tiempo de mi suspensión escolar pelando cardos bajo la sombra del sicómoro de nuestro jardín...
De más está decir que el trayecto de la escuela a mi casona acompañada por la imponente silueta de Conrado Glascow no fue una travesía de lo más agradable.

Llegamos; Elysa se encontraba tejiendo sentada en la galería, como siempre aguardando mi regreso.
Al verme llegar con el rector se incorporó sobresaltada.
· No te asustes Elysa- la tranquilizó Glascow- no es tan grave... pero necesito hablar contigo a solas....
Elysa me observó en silencio mientras yo me escabullía rápidamente hacia el interior.
Dejé mi bolsa sobre la mesa.
Tome un vaso de agua casi sin respirar.
Di vueltas alrededor del ambiente intentando vencer las barreras del tiempo para que acelerara sus minutos y saber por fin la sentencia de Elysa.
Nada sucedió. Pasaron miles de minutos....y se hizo una interminable media hora.
Ya no podía resistirlo.
Salí sigilosamente al jardín, trepé velozmente el sicómoro y salté ágilmente hasta el techo arrastrándome hasta la galería.

· No estoy de acuerdo Elysa y lo sabes – decía Glascow – te dije en su momento que tu decisión iba a traer consecuencias...el comportamiento de hoy no es algo para tomarse a la ligera...
· Conrado – lo interrumpió Elysa - ¿una travesura de niños te resulta un hecho para no tomarse a la ligera?

Travesura...
Iba por buen camino.

· Una travesura que es producto de una suma de irrealidades...
· Naia Fillipa... – se escucho la voz imponente de Elysa que me sobresalto de inmediato- el techo de la galería no es el lugar en donde deberías estar mientras dialogo con tu rector...

Como si hubiera sido impulsada por un rayo me arrastre nuevamente hasta el borde del techo saltando hasta el sicómoro y llegando a la sala en menos de un minuto.
Se pusieron de pie.
Glascow se asomó dentro de la sala mientras me miraba con desconfianza. Yo solo sonreí.
Cuando se hubo perdido en el camino Elysa entró silenciosa y se sentó a la cabecera de la mesa.

· Espero que tengas una explicación... creíble....

Hubiera querido romper en llanto, pero ciertas lágrimas mías no funcionaban con Elysa, tampoco podía salir al cruce con el invento de la tintura para el cabello, no con ella, tenía que decirle la verdad, no tenía escapatoria.
Titubeé unos instantes.

· Estoy...convencida de que...la señorita Fabre es..una sirena...- dije entre dientes-
· ¿¿ Una que??
· Sirena.
Elysa se llevó las manos a la frente tratando de mantener la calma.

· Naia.... ¿ que dices?
· Una sirena Elysa...mi corazón me dice que es así...miles de veces tú me has dicho que son reales y que pueden volverse mujeres normales y tener piernas y estar en tierra firme...tu libro también lo dice...
· ¿de allí sacaste el famoso ritual en cuestión? -
· si...con Nancy
· ...Me parece muy mal de tu parte que hayas involucrado a Nancy en esto...sabes como es su abuela...
En ese momento sí que no puede evitar algunas lágrimas, la abuela de Nancy indudablemente iba a castigarla y por mi culpa.

· No llores pequeña... - me consoló Elysa mientras me arrimaba hacia su regazo- todo esto es por mi culpa...
· Pero... ¿es cierto verdad? - la interrumpí con mis ojos a punto de desbordar en llanto- las sirenas existen, mi Madre es una de ellas ¿verdad?

A Elysa también se le humedecieron los ojos sin que yo en ese momento pudiera comprender el porque, bajo la mirada varios minutos mientras impaciente aguardaba su pronta respuesta, de repente suspiró profundamente, como si en su interior, durante esos minutos, se hubiera estado llevando a cabo una lucha en la cuál ya se había definido al vencedor.

- Si mi niña...- respondió en medio de un profundo suspiro- pero eso es un secreto entre tu y yo... nadie más debe saberlo...la gente no lo entiende ni lo entendería, algún día, para el cuál no falta mucho tiempo, vas a poder comprender verdaderamente lo que quiero decir, para algunas personas es mucho menos complicado creer que no existen las sirenas...


La envolví en mis brazos y me quedé acurrucada en su regazo mientras me tarareaba una dulce melodía, en ese pequeño gran momento sentí que no necesitaba nada más.





Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

El mar está pariendo tu melodía...
Se divisa un trozo de tierra agreste dibujada en el horizonte...
¿Termina allí nuestro encuentro?
¿Debo anclar en el regazo de esa alfombra dorada?
...si lo hago... ¿has de salir a mi encuentro?
Intuyo que justo frente a mis ojos está la Atlántida en dónde vives dulce mujer...






Efectivamente Nancy había recibido su anunciado castigo y la tediosa actividad de pelar cardos bajo el sicómoro, a modo de recordatorio por el mal comportamiento, se había convertido en mi ritual de las tardes.
Expresamente Elysa me había pedido que dejara de lado mis ideas acerca de la identidad de Catalina para evitar problemas con el rector, por lo que me propuse desistir momentáneamente de mi objetivo, seguramente Glascow habría de reconsiderar mi futuro escolar después de lo sucedido, era un hombre algo testarudo debajo de su bondadoso corazón, yo lo sabía porque en más de una oportunidad ,Elysa me había comentado en medio de una carcajada, que era más fácil pelar un coco con los dientes que convencer de lo contrario a Conrado Glascow una vez que había tomado una decisión y aunque en ese momento no se cruzaba por mi mente la posibilidad de abandonar Les sirenes para irme a estudiar concursando en alguna de las becas como me lo sugería Elysa, decidí que lo mejor para todos era tratar de dedicarme a otra cosa mientras duraba mi larga suspensión de 2 semanas. Ya reincorporarme y ponerme al día a mi regreso iba a ser demasiado arduo.
Estaba el sol a punto de comenzar a descansar en el horizonte aquella tarde cuando divisé a lo lejos la silueta de Catalina Fabre caminando hacia la costa Norte, lugar en dónde la rectoría poseía algunas casonas para los profesores que ocupaban cargos temporales en la escuela, hubiera querido vencer mi tremenda curiosidad pero simplemente fue imposible.
Dejé los cardos a un costado e intente meditar unos segundos.
Elysa había salido en busca de algunas provisiones para su cocina, rutina que le demandaba casi dos horas, todavía faltaban aproximadamente unos 45 minutos para verla regresar por calle principal, así que resolví que tenía tiempo de sobra.
Entré velozmente a mi habitación, busque un abrigo y me escabullí entre medio del plantío del jardín para no ser vista por la Señora Neza, nuestra vecina de 85 años a la que sólo la entretenía estar al tanto hasta del más mínimo acontecimiento ocurrido en el caserío.
Catalina caminaba muy despacio, como si quisiera empaparse hasta de la última brisa marítima que viajaba desde el lejano horizonte hasta la costa, balanceaba su bolsa de lado a lado como si la envolviera una paz indescriptible.
Se deslizaba serena. Parecía una ola de madrugada.
Después de 20 minutos de recorrido llegó hasta su casona.
A lo lejos pude observar como encendía varios candelabros dejando escapar destellos de luces que transformaron la construcción en un plácido navío.
Me acerqué sigilosamente, casi hasta la galería pero no podía verla, tenía que acercarme más.
Subí los dos escalones que conducían a la puerta principal y me asomé por un ventanal.
El interior de su sala parecía un cuento de hadas, lleno de corales y pinturas de muchos colores en dónde en cada una de ellas el mar era el tema principal, continué mi recorrido llegando hasta otro ventanal, ella estaba allí, en la recamara, sentada frente a un gran espejo cepillando su larga cabellera, inmediatamente recordé lo que había leído en uno de los libros de Elysa sobre la costumbre de las sirenas en mantener su cabello prolijamente hermoso, el corazón se me detuvo, era la imagen más bella de una sirena que jamás podría llegar a ver, estaba tan abstraída en esa imagen que no me percaté de la silueta que se acercaba a la puerta.
· ¿¡Que haces ahí niña!?

Era la voz de la Señora Drew, la severa abuela de mi amiga Nancy.
Giré sobresaltada y me encontré con su mirada fulminante; a toda velocidad pasé casi por debajo de la campana de su gran pollerón azul y me dirigí a toda velocidad hacia el camino de regreso, en ese momento solo podía pensar en una sola cosa:
Aún no habían terminado los problemas para a mí...
Regresé a tiempo, minutos después que hube atravesado el umbral de nuestra casona Elysa se hizo presente cargada de bolsas y plantas varias.
Era evidente que la Señora Drew no había salido aún a su encuentro para ponerla al tanto de lo sucedido, ya que tenía una expresión de calma y bienestar, Elysa adoraba sus paseos por las callejuelas principales de la isla en dónde podía encontrarse con sus conocidos y ponerse al tanto un poco más de lo sucedido entre esas calles, respiré de alivio, aunque sabía que esa sensación no iba a permanecer mucho tiempo en mi interior, la Señora Drew no iba a dejar escapar la oportunidad de comentar el suceso y mostrarse afligida por mi mal comportamiento y mis extrañas costumbres como lo hacía a menudo cada vez que tenía la posibilidad de hablar con Elysa; en realidad el acontecimiento de la playa y el reciente sólo justificaban un poco más la teoría de la abuela de mi amiga acerca de que era yo una muy mala compañía para cualquier niño o niña de la isla, siempre alegaba que desconocer mi procedencia no era un dato menor para dejar de tener en cuenta;
la Señora Drew era una mujer muy severa y disciplinada, procedía de una familia Inglesa ultra conservadora y con ideas religiosas muy arraigadas, en más de una ocasión la escuche a Elysa referirse a Nancy como “ pobre niña...en manos de esa mujer tan dura” pero aunque esas dos mujeres no tuvieran nada en común su vinculo de vecinas estaba revestido por un gran respeto, de más está decir que la actividad que desempeñaba Elysa era catalogada por blasfemia y brujería por parte de la Señora Drew aunque sí era evidente su esfuerzo por tratar de comprender, creo que fue precisamente ese esfuerzo la que la llevo a permitir en un primer momento mi amistad con Nancy y sus estadías en nuestra casona, pero lo sucedido, no favorecía en lo más mínimo los adelantos que pudiera haber logrado la señora Drew en su manera de pensar y al instante de encontrarme con su mirada en el portal de la señorita Fabre supe que quizás se avecinaban consecuencias … quizás trágicas para a mí.

Llegó la mañana y aunque en ningún momento aparté la mirada del camino, la Señora Drew no se hizo presente, situación que me resultó extraña y me preocupó aún más.
Esa mujer algo tramaba, podía intuirlo.
En mi interior a cada segundo crecía el debate ¿debía contarle a Elysa? Expresamente el día anterior ella me había solicitado que abandonara mis ideas acerca de la Señorita Fabré y al recordar cada una de sus palabras no podía evitar llenarme de tristeza por haber desobedecido una vez más.

A media mañana tuve que abandonar mi vigilia para dirigirme a la costa; Elysa me había encomendado ir en busca de conchas frescas.
Estaba abstraída en mi labor cuando me sobresalto la voz de Nancy, quien agazapada detrás de una palmera repetía mi nombre casi susurrando.
· Nancy!...que haces ahí?
· Me escapé un momento...te he buscado por todos lados! Tengo que contarte algo.
Anoche escuche a mi abuela hablar con mi abuelo acerca de ti...
· ¿de mi?- pregunté intrigada
· Si... supuestamente yo debía estar dormida...pero no lo estaba, me levanté a buscar una bebida fresca y escuché a mi abuela contándole a mi abuelo lo que paso en la casa de la Señorita Fabre...¿es cierto que la espiabas?
· ...no espiaba...la vi por el camino y la seguí...para ver como era su casa, pero me sorprendió tu abuela...en fin...que decía?
· Que tienes problemas en la cabeza...
· ¿en la cabeza?
· Algo así, como que era evidente que tarde o temprano ibas a perder los estribos...esas fueron sus palabras y que Elysa era una mujer muy terca al seguir aceptando tu comportamiento extraño...mi abuelo te defendió un poco...le dijo, deja en paz a la niña...demasiado ha pasado...
· ¿demasiado ha pasado?..¿a que se refería?
· No lo sé...pero la parte más interesante fue cuando dijo...Conrado Glascow nunca pensó en las consecuencias...y no pude escuchar más porque en ese momento hizo silencio...y cuando mi abuela hace silencio es porque sabe que estoy despierta, entonces me fui rápidamente...no se si es importante pero tenía que contártelo...
· si que lo es...- le respondí mientras en mi mente comenzaban a nacer infinidad de interrogantes- ¿Conrado Glascow?
· Si..eso fue lo que dijo...realmente siento mucho que no podamos seguirnos juntando...pero mi abuela me dijo que si me ve contigo me enviará de vueltas con mis padres...
· No importa Nancy – le dije comprensiva- agradezco que me hayas buscado para decirme esto...
· de nada...estoy segura que a la larga todo esto va a pasar y vamos a poder ser amigas de nuevo...
· seguro que si.
· Ahora me voy...seguramente mi abuela ya debe haber notado mi ausencia


¿Conrado Glascow nunca pensó en las consecuencias?
¿Acaso él sabía de mi procedencia marítima?
¿Podía ser posible que ese hombre tan serio supiera de sirenas?
Pero...¿ entonces no había sido Elysa la que me había encontrado en la playa totalmente cubierta de algas como me decía?
Intuí repentinamente que había muchos más secretos en torno a mí de lo que yo creía, era evidente que existía un manto de silencio y complicidad en algo que escapaba totalmente a mi entendimiento; me quedé pensando un instante sentada en la tibia arena y resolví que lo mejor era esperar a que se calmaran un poco las cosas, no podía exponer a Nancy en su confesión interrogando a Elysa y mucho menos a Glascow, suspiré profundamente mirando al horizonte, estaba segura que de alguna manera iba a poder encontrar la oportunidad de develar el misterio que me rodeaba lo antes posible.



Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

Cuanto misterio te rodea mujer del mar...
Se acerca mi navío a la costa.
Mis hombres casi relinchan extasiados por los tesoros que los esperan
y yo no puedo hacer otra cosa que anhelar tu presencia.
Desde este punto en el horizonte creo verte apostada en una roca,
sonriendo, sonriéndome.
¿Cuáles han sido tus propósitos? Me pregunto.
Los de traerme más allá de todo lo conocido.
La pequeña tierra que ven mis ojos explota de una belleza
nunca antes vista por mí ni por ninguno de mis bravos navegantes,
yo aprieto los párpados dejándome empapar por la brisa
y por el olor a vegetación que ya nos abraza,
ellos no ven.
Se están agolpando para tirar el ancla y arremeter impulsados por ansias extrañas,
yo espero en calma a pesar del alboroto.
Espero que salgas a recibirme...






El periodo de mi suspensión transcurrió en calma.
Por suerte contaba con las páginas de mi querido Capitán Irmaio con el cual había desarrollado una amistad inalterable, a los dos nos unía la incomprensión.
Llegaba la tarde y yo me aventuraba a sus palabras también como una navegante dejándome apabullar por la poesía de su amor hacia esa mujer aparentemente sin rostro.
Fue precisamente en la soledad de esas tardes que pude descubrir en mi interior, de una manera simple e inocente, con mi entendimiento de tan solo 14 años, que la necesidad de saber acerca de mi origen iba mucho más allá de mi madre sirena, iba mucho más allá de saber quien era Elysa y todos los personajes que me rodeaban, se trataba simplemente de encontrar mi lugar en el mundo, fuera cual fuera, al lado de una mujer del mar a la cual esperaba con desesperación o al lado de Elysa y sus fantásticos relatos, ya no importaba.
La llegada de Catalina había abierto una puerta ante mí y me resultaba imposible, a pesar de mi corta edad, darme cuenta que estaba creciendo, que la niñez se me estaba escapando por los dedos como un suspiro.
La confesión de Nancy quizás había logrado permitirme dudar.
¿Cual era la verdad?
¿Cual era mi verdad?
¿Elysa me había mentido por tanto tiempo?
De ser así... ¿porque habría de haberlo hecho?
Era la primera vez que me encontraba ante semejantes preguntas y no podía evitar sentirme apenada por ello, resolví entonces sin más preámbulos, que había llegado la hora de buscar y encontrar respuestas.
Faltaban 2 semanas para el 12 de Marzo de 1904, fecha en la cuál la isla celebraría un año más de su descubrimiento, cuando me incorporé nuevamente a mis actividades escolares.
La celebración de cada aniversario se festejaba en Les Sirenes organizando festivales de canto y baile, reuniones en la plaza principal y grandes comilonas de variados platos típicos, especialmente pescados y frutos que nos regalaba el mar.
Todas las calles se colmaban de una alegría muy particular, era como si una vez al año toda esa gente quisiera hacer notar la existencia de su pequeño hogar desbordando sonrisas que se escucharan por todo el Atlántico, según Elysa, fue una costumbre desarrollada por los hombres que fueron libres y encendían grandes fogones elevando sus voces al viento.
Sin embargo, a pesar del júbilo de los preparativos en la escuela, yo no podía dejar de sentirme apesadumbrada y algo abatida, circunstancia que debía de ser notable ya que en varias ocasiones sorprendía a Catalina observándome fijamente cada vez que mi mirada se perdía abstraída en el cielo que nos rodeaba y como si todo esto fuera poco, Elysa había perdido repentinamente el apetito, de la noche a la mañana.
Hacía ya 4 días que se pasaba largas horas encerrada en su biblioteca, ausente como nunca, mientras yo intentaba mantener la calma y respetar sus silencios como siempre lo había hecho, pero ésta vez no podía dejar de percibir que algo estaba ocurriendo y no podía develar de que se trataba..
Fue precisamente esa mañana de mi regreso que sin planearlo se presentó ante mí la oportunidad que estaba esperando.
Había decidido mantenerme alejada del resto de los niños, no me encontraba de buen ánimo y seguramente algún comentario, generalmente fuera de lugar por parte de Jean hubiera provocado una catástrofe, demasiados problemas tenía ya como para aventurarme a cargar con uno más.
Me dirigí hacia la parte de atrás de la escuela en dónde debajo de algunas palmeras, Glascow había mandado a construir unos cómodos bancos agregando más refugios reparadores para el incesante sol de la isla, comía una manzana, pensaba en Elysa, tal vez, solo tal vez, mi vieja amiga simplemente estaba vieja y quería adentrarse a las palabras del silencio o de una vez por todas se había cansado de tener que estar lidiando conmigo y mis travesuras, mis preguntas, mis arranques estrepitosos de mal humor y reacciones sin pensar... debo confesar que nunca antes había cruzado por mi mente la posibilidad de que Elysa indudablemente en algún momento se enfrentaría a un final, nunca antes había pensado en la muerte y mucho menos podía pensar en que sería de mi si a Elysa le ocurriera algo.
Inmediatamente disipé mis pensamientos, Elysa no va a dejarme – murmuré para mis adentros- seguramente esta trabajando en algún ungüento nuevo para el cual necesitaba estar en silencio y no comer, seguro que es eso- volví a sentenciarme-
De repente, no muy lejos de donde yo me encontraba, vi a Catalina dialogando con Glascow.
Nuevamente, como siempre, me asalto la inevitable curiosidad, esa que la mayoría de las veces, si no siempre, se apoderaba de mí.
Me agazape para no ser vista y prácticamente me arrastre hasta un plantío a escasos metros de ellos, tenía la intención de escuchar alguna pista que me condujera a buen puerto.
No pude tener acceso a escuchar toda la conversación pero escuche lo necesario.
Glascow le decía a Catalina que en su oficina tenía el informe personal de cada niño de la escuela y que, en caso de necesitarlos para tomar su decisión, seguramente con respecto a lo de la beca, no dudara en solicitárselo.
Informe de cada niño.
Entre ellos esta el mío – pensé- y se me iluminó el rostro de alegría.
Mi historia estaba entre esos papeles-

El único inconveniente era acceder a la oficina de Glascow por supuesto, pero si de algo se caracterizo mi niñez en la pequeña sirena de las Antillas es que jamás me detuve ante lo que a primera vista resultaba imposible.

Llegué radiante de la escuela, para mi sorpresa, Elysa me esperaba con un gran almuerzo y una sonrisa prominente que reinaba en su rostro, solté los libros y la abracé muy fuerte.
· Todo está bien mi niña- me dijo mientras me besaba la frente- cosas de vieja- a ti también se te ve muy bien por cierto...
· Me siento bien- respondí – de verte bien –
Y era cierto, más allá de todo, la alegría y el bienestar de Elysa significaban un refugio para a mi en ese momento, yo sentía que su fortaleza me mantenía a salvo en esa isla en dónde cada día que pasaba, me daba cuenta que mi vieja amiga era verdaderamente lo único que tenía en el mundo...por lo menos hasta que volviera mi Madre.
Almorzamos como lo hacíamos siempre, ella relatándome historias de la Atlántida, de sirenas y magos, y yo maravillada, permitiendo que sus palabras me conectaran con mi inocencia.

· Pensé que estabas enferma...- la interrumpí de repente
· no estoy enferma pequeña, tan solo un poco vieja – me respondió con la mirada tierna que la caracterizaba
· ¿vieja?... ¿pero cuantos años tienes Elysa?
· ¡Demasiados! Dijo soltando una carcajada ante mi pregunta- sea como sea... debes cuidarte – continuó- usa esa tremenda imaginación tuya para mantenerte a salvo del mundo, el cuál muchas veces es incomprensible, lo es para a mi que tanto he vivido, me imagino para ti..pero no te escapes de él, es un lugar maravilloso, la vida es hermosa, la realidad...
· mi realidad está bien como está- la interrumpí nuevamente- ¿porque debe cambiar?
· Porque tienes que crecer, tan simple como eso.
· No quiero, soy feliz...era feliz hasta que...
· hasta que empezaste a creer que catalina es una sirena.
· No digas más Elysa, por favor...

Me miró en silencio unos minutos y sé que en ese momento entendió que yo quería encontrar respuestas por mi misma.
Asintió con el rostro, apretó los parpados y sonrió.
-... hay una tierra, no muy lejos de aquí – continuo- en donde las hadas se pasean libres entre las ramas de inmensos árboles de color plateado...

Suspiré profundamente, yo necesitaba que Elysa nunca me dejara olvidar que a pesar del paso del tiempo y las circunstancias, yo siempre iba a ser una niña que soñaba con sirenas...


El primer paso era encontrar la manera de apoderarme del juego de llaves de la oficina de Glascow; tarea que no iba a ser sencilla, ya que la mayor parte del tiempo las llevaba en el bolsillo de su saco.
De todas formas tenía a mi favor el tremendo alboroto que se había instalado en la escuela por el festival que se aproximaba a pasos agigantados; a cada grupo se le había asignado una actividad, ya fuera con el decorado, la organización, los números de baile...
Y Glascow se encargaba fervorosamente de la supervisión, por lo que la mayor parte del día estaba demasiado ocupado como para estar atento a la seguridad de su oficina, a la que debo decir, vigilaba como a un templo sagrado.

En una fracción de segundo y al percatarme de la distracción de todos los presentes vertí la pócima de raíz nudosa en su taza de café.
La noche anterior había repasado meticulosamente la cantidad necesaria para provocar en el Sr. Glascow un leve malestar estomacal y si mis planes seguían su curso de manera adecuada iba a visitar frecuentemente el sanitario.
Estábamos sentados fuera del aula, Glascow apreciaba la participación de sus alumnos en el evento más importante de nuestra isla, así que cada año, organizaba pequeñas reuniones en donde compartíamos ideas acerca de la gran noche; le gustaba recibir los elogios posteriores acerca del desempeño de su escuela y los merecía, ya que se empeñaba animosamente en que cada participante se luciera y demostrara sus habilidades.
Había estado varios meses junto al profesor Clambert entrenando al coro y ensayando números de bailes que íbamos a protagonizar las niñas como cierre del acto.
Se lo veía entusiasmado, el hecho de que Catalina fuera a estar presente era un hecho que lo enorgullecía notablemente sin que pudiera disimularlo.
En esos días, frente a la juventud de algunas Instituciones tanto en Guadalupe como en Barbados era de fundamental importancia la recomendación de profesores que integraran el cuerpo docentes de las escuelas con prestigio y renombre como en este caso lo era el Queen´s college y obviamente Glascow pretendía que su pequeña comunidad educativa pudiera obtener el grado de importancia necesaria como para ser tenida en cuenta.
Al principio no note ningún cambio, conversaba agitando sus manos como lo hacía cada vez que se encontraba alegre.
Hacía una pausa y sorbía de su taza.
Yo permanecía en silencio tratando de disimular mi vigilia.
Catalina también estaba en silencio.
En ese momento, al observarla, me pregunté si quizás habría notado mi maniobra.
Supuse inmediatamente que no, de haberse percatado debería habérmelo hecho saber, como aquella mañana en la playa hubiera delatado el suceso. Sin duda alguna.
De repente se frotó sutilmente el estómago.
-... Si me disculpan... - agregó mientras se incorporaba y dejaba su saco en el respaldar del banco.
Lo vi alejarse en la dirección obvia, el sanitario.
Inmediatamente mis compañeros comenzaron a parlotear entre ellos aprovechando su ausencia y Catalina se sumo a la charla despreocupada.
El saco colgaba justo a mi lado, el bolsillo estaba tan solo a unos centímetros de mi alcance,
me recliné sobre el banco de Glascow fingiendo yo también iniciar una conversación, velozmente metí la mano en el bolsillo y tome la llave.
Mis observaciones de días no habían sido en vano.
El bolsillo derecho era el correcto.
Glascow regresó y se ausentó en varias ocasiones, al final decidió disipar al grupo y retirarse definitivamente.
Después lo vi rumbo a su oficina acompañado de Toby, el celador, quien seguramente habría de guardar un juego de repuesto.
Por suerte, la desaparición de la llave se transformó en un descuido de Glascow.
· Seguramente debo haberla dejado caer sin darme cuenta al meter la mano al bolsillo- lo escuche al día siguiente comentarle a la Profesora Sacks- mientras yo respiraba de alivio.
La primera parte del plan había sido un éxito.

Oculté la llave en mi cajuela de tesoros junto al libro de Irmaio y me dispuse a aguardar el momento elegido para irrumpir en la oficina: La noche del festival...






Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

...Esta tierra es virgen como una Santa.
Se contornean pájaros blancos en el inmenso manto azul que nos envuelve,
Aromas nuevos nos dan la bienvenida y celebran un festín con nuestros sentidos exaltados,
los colores se pasean desnudos,
la brisa cálida que proviene del océano juega silenciosamente con la fina arena dorada que pisamos por vez primera...
tu hogar es éxtasis mujer.
Los hombres desembarcan ágilmente.
Quieren sentir a la madre tierra bajo la suela de sus botas.
A lo lejos, entre la frondosa arboleda nos vigilan atentas
miradas de ojos oscuros.
Un nuevo mundo.
Digo para mis adentros mientras suspiro
y ando buscando tus pupilas






No me percaté de su visita inesperada.
Desde el preciso instante en que tuve la llave entre mis manos no había hecho otra cosa que fantasear con mi posible hallazgo mientras intentaba dedicarme a mis tareas cotidianas.
Cuando llegue de la costa, Catalina se despedía respetuosamente de Elysa estrechando su mano.
Se paralizó mi corazón al verla.
¿Había sido descubierta?
Solté la caña de pescar y corrí a su encuentro.

· Señorita Fabre...buen día.
· Buen día Naia- me respondió amablemente, respiré profundo, todo parecía estar en orden- pasaba por aquí- continuó- y me tomé el atrevimiento de visitar a Elysa...me han comentado que sus esencias son exquisitas y estaban en lo cierto...¿ y tú como has estado? ¿ preparada para el festival de mañana en la noche?
· Si...preparada.
Miré de reojo a Elysa, se la veía tranquila, más de lo habitual.

· Estuve comentándole a Elysa el verdadero motivo de mi visita a Les sirenes – agregó- y me gustaría conversarlo contigo...¿tienes un momento? ¿ me acompañas hasta la playa? ...Si Elysa está de acuerdo por supuesto.

Elysa me miró con un rara expresión en el rostro, como si quisiera decirme adelante, tienes tu momento, conversa con tu sirena.
Yo sonreí cómplice con sus muecas y asentí con el rostro.
Caminamos en silencio varios metros.
Ella parecía abstraída, en realidad siempre se la veía de esa manera fuera de la escuela.
Me sorprendió a mi misma la comodidad de ese silencio y suspiré feliz al notarlo pues nadie más que Elysa tenía la capacidad de conectarme con tanta tranquilidad; mis pensamientos se detuvieron después de azotarme por varios días y no pude evitar sentirme relajada mientras el sol de media mañana se mezclaba con algunas nubes grises y jugaba a que iba y venía.

-... No pude evitar notar tu expresión de gusto aquella mañana en la playa cuando leíamos poesía ¿recuerdas? - dijo por fin-
· Me gustó mucho...si
· ¿Has pensado en que podrías dedicarte a estudiar poesía?
En realidad no lo había pensado pero mentí.

· Si...porque no
· ¿Te interesaría tener la oportunidad de hacerlo?
· ¿en el Queen´s College?... ¿con Usted?
· Así es.
· Tendría que dejar la isla...
· Solo por un tiempo, la beca del colegio es por el plazo de 2 años.
Me quedé en silencio unos minutos confundida tal vez ante su propuesta, quizás porque yo sabía que había niñas mucho más calificadas para recibir esa proposición, Juliette Terry, Sandra Cander incluso hasta mi amiga Nancy tenía mejores calificaciones que yo.
La miré sorprendida.
Ella no pudo evitar notar mi expresión y soltó una carcajada.

· ¿Te sorprende mi decisión?
· Claro que si – respondí- pensé...que yo no le agradaba mucho
· Al contrario...creo que eres muy especial...y que necesitas tener una oportunidad

Yo también creía que ella era muy especial.
Era una sirena y aunque los recientes acontecimientos habían sembrado en mí la duda acerca de su posible lazo maternal conmigo, nada podía alejarme de la idea de su origen marítimo.
La contemplé en silencio unos segundos mientras se desplazaba por la arena y me sentí maravillada, tanto por tenerme en cuenta en su propuesta como en corroborar una vez más mis creencias.

· Debo pensarlo- respondí por fin- nunca antes había imaginado la posibilidad de irme de aquí y dejar a Elysa por tanto tiempo.
· ¿La quieres mucho verdad?
· Ella es lo único que tengo – le respondí segura- nadie jamás me ha amado como mi amiga Elysa...
la expresión de su rostro se transformó en calidez, se detuvo y acarició mi mejilla.

· Me alegro que así sea- dijo- Elysa es una mujer maravillosa, eres muy afortunada...
· Lo soy.

Nunca hubiera surgido oportunidad más perfecta de haberlo planeado para preguntarle sin rodeos si ella era mi madre, pero callé, de repente me invadió un miedo desconocido, en ese momento creo que no estaba lista para escuchar ninguna de las dos posibles respuestas, la aventura en la cuál me había embarcado para hallar mi verdad era la única protagonista, necesitaba que así fuera, todavía me mantenía niña diagramar travesuras y esconder tesoros en una cajuela en la playa, más allá de que absolutamente todo a mi alrededor estuviera complotando para que de una vez por todas dejara de serlo.

· Tomate tu tiempo para pensarlo – dijo – seguramente me quedaré en la isla unos días más después del festival...de todas formas no puedo dejar de decirte que estaría encantada de que vinieras conmigo...

Asentí con el rostro y sonreí.
Yo también estaría encantada, pero antes de tomar una decisión e irme del lugar en dónde esperaba mirando al océano, debía saber si Catalina Fabré podía ponerle fin a esa espera siendo mi Madre...








Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

...tantos días han pasado ya
¿A donde estás sirena mía?





Rápidamente terminé de atar el gran moño de mi vestido azul.
· ¿No vienes Elysa? - le pregunté al verla aún con su vestido de todos los días
· Ve tu primero – respondió -
· ¿Irás a verme verdad?
· Estaré allí – me respondió apretándome muy fuerte contra su pecho – te amo mucho pequeña y estoy muy orgullosa de ti ¿ lo sabías? Nada pudo hacerme más feliz en la vida que estar a tu lado...
· Si Elysa...yo también te amo mucho y soy feliz
Le di un gran beso en la mejilla, tomé mi abrigo y salí corriendo rumbo a la playa a buscar la llave.
Había llegado el día esperado.
La algarabía estallaba en todos los rincones, hasta la Señora Drew había abandonado su expresión brusca y reía estrepitosamente mientras conversaba en medio de la plaza en la que reinaban innumerables puestos de comidas al público y ensordecía el sonido del coro liderado por el profesor Clambert.
Inmediatamente ubiqué al profesor Glascow, estaba plácidamente sentado en un banco de la plaza, bebiendo una copa de ponche, mientras disfrutaba del coro y compartía opiniones con Catalina, la profesora Sacks y Toby.
Todo se desarrollaba según lo había estipulado, si Toby estaba junto a Glascow significaba que nadie estaba cuidando las instalaciones de la escuela.
Me escabullí entre el gentío; tenía el tiempo suficiente para llegar hasta la oficina, buscar el informe en cuestión y regresar sin que nada hubiera pasado.
Una inmensa luna plateada alumbraba algunos rincones de la construcción.
Yo sabía que Toby jamás echaba llave a la puerta trasera de acceso, lo sabía porque en cierta ocasión en medio de una tormenta una palmera se había desmoronado sobre la puerta y nunca se había ocupado en arreglarla apropiadamente a pesar de las insistencias de Glascow.
Llegue hasta la puerta, efectivamente se encontraba en las mismas condiciones en las cuales la había dejado el día anterior en el que me tomé el tiempo de corroborar su estado.
Estaba oscuro, tome una vela que había puesto en mi bolsillo y la encendí.
Millones de formas comenzaron a cobrar vida mientras avanzaba rumbo a mi destino.
Hacía calor. Demasiado.
Mientras avanzaba no podía dejar de pensar en lo que verdaderamente estaba haciendo, pero ya no importaba, estaba ahí y no había vuelta atrás.
Después de unos minutos me encontré frente a la oficina de Glascow.
Sin titubear un segundo tome la llave y abrí la puerta.
El primer paso que di hacia el interior golpeó profundamente en mi pecho sacudiéndome inevitablemente, había cruzado por fin, el corazón comenzó a latir más fuerte aún, me traspiraban las manos y cada vez más se me secaba la garganta.
Lentamente cerré la puerta a mis espaldas.
¿ A donde podrán estar? - me pregunte mientras levantaba la llama de la vela para tener un mejor panorama del lugar.
Divisé el gran escritorio de Glascow.
Caminé hasta él.
Deduje inmediatamente que las gavetas eran demasiado pequeñas.
Giré sobre mis talones.
Un armario emergió de repente al romperse la oscuridad de la blanca pared de fondo.
Tenía una cerradura, miré el juego de llaves, había tan sólo cuatro posibilidades si no iba a tener que buscar otra alternativa para abrirlo.
Apreté los párpados, respire profundamente varias veces, me incliné acercando la vela para ver la forma de la hendidura, volví a mirar el puñado de llaves que prácticamente ya se resbalaba de mi mano húmeda.
Esta debe ser... dije para mis adentros.
La introduje despacio, la giré, la traba cedió.




Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

Acaso... ¿no es este el lugar de nuestro encuentro?
¿Debo seguir mar adentro?
Responde por favor mujer...
Responde...siento que si no lo haces pronto
se me va a escapar la vida entre los dedos






Estaban todos allí, ordenados por orden alfabético, apilados en orden.

· ¿¡Naia!?...¿que haces aquí?
Me di vuelta con los ojos llenos de lágrimas. Era Glascow.

· ¿Fuiste tu quien tomó mis llaves? ¿Que...? ¿que estás haciendo?
· ..los informes...respondí con la voz entrecortada- están todos aquí excepto el mío... ¿porque no hay un informe sobre mí?
· Naia...no entiendo de lo que hablas... ¿que haces?
· Usted sabe de lo que hablo... ¡los informes! ¿porque no hay un informe sobre mí? ¡dígamelo profesor!
· Creo que es mejor que me acompañes afuera...
· ¡No!..no hasta que me diga porque yo no tengo un informe como todos los niños de esta escuela...por favor profesor...dígame...

Se llevo la mano a la cabeza y apretó los párpados con fuerza.

· Será mejor que te lleve con Elysa ella...
· No quiero saberlo por Elysa...sé de ella todo lo que necesito saber...usted dígamelo, usted sabe de mí...dígamelo...por favor

Se acercó hasta su escritorio y se aventó en la silla.

· Sabía que este momento llegaría...le advertí a Elysa...sólo que nunca pensé que iba a ser yo...
· Por favor... - lo interrumpí.
Se quedó en silencio unos minutos una y otra vez se llevaba la mano al rostro mientras con fuerza se apretaba la frente.
· Bien... - habló por fin- supongo que así deben de ser las cosas...¿ por donde empezar?
· Por el principio – respondí segura-
· Si...el principio...Yo regresaba de Europa- continuo- había viajado a visitar unos parientes, era mi primer viaje en barco y estaba emocionado de una manera indescriptible, conmovido como nunca antes. Fue en Portugal en donde abordó el navío la mujer más bella que mis ojos hubieran contemplado hasta ese momento...recuerdo que llevaba mucho equipaje...como si no quisiera volver jamás a buscar nada. Me quedé deslumbrado. Sin embargo, curiosamente, parecía que nadie más había notado el abordaje de esa misteriosa belleza, sólo yo la vi desplazarse hasta los camerinos....varios días pasaron desde ese momento...no había rastros de ella, por más que me pasaba las tardes enteras esperando sentado en la galería nunca se presentaba...era como si...simplemente no estuviera allí y mientras se pasaban los días cada vez me invadía más y más la necesidad de saber quien era ... Una noche, recuerdo que me encontraba en la galería, fumaba mi pipa creo...cuando la vi aparecer en la proa, llevaba algo entre sus brazos, se la veía triste, desesperadamente triste. De repente, algo inexplicable ocurrió...recuerdo que en una fracción de segundo se formó una violenta tormenta en el cielo, el silencio de la proa se estremecía ante los relámpagos..el mar...crujía.... sin poderme contener Me sentí atemorizado, ella estaba parada junto a la baranda...se la veía asustada también, entonces me levante y me dispuse llegar hasta su encuentro, estaba tan sólo a unos metros cuando repentinamente dejó caer al mar lo que traía entre sus brazos...aceleré mis pasos sin saber porque, en ese instante ella giró a mi encuentro, me miró profundamente, tenía unos enormes ojos azules ,sonrió en calma...tomó una pistola que sacó de entre sus ropas y disparó apuntando hacia su pecho...me quedé paralizado unos segundos...hasta que me sobresaltó el tropel de unos marineros que corrían hasta el lugar pues habían presenciado el suceso, llegué hasta donde estaba su cuerpo tendido...no respiraba. Me asomé por la baranda y... vi...un bebé que flotaba en el mar....como si dos manos lo mantuvieran a salvo en la superficie...los marineros llegaron...recuerdo que les grité por un salvavidas y me arrojé al agua...las olas heladas me lastimaban el cuerpo pero alcancé al bebé y lo estreché en mi pecho, inmediatamente después me arrojaron una cuerda y me levantaron a salvo. El bebé respiraba. Sin problemas... Sin saber porque les pedí a esos hombres que mantuvieran lo sucedido en secreto...les dije que esa mujer era mi esposa...que tenia problemas y que yo me haría cargo de todo al tocar suelo firme.
Les di dinero. Aceptaron. La enterré en Inglaterra, en Londres, en el primer cementerio que me informaron...no puedo recordar cual es en este momento...el bebe eras tu Naia... Embarque hacia Les Sirenes, te llevaba conmigo y no sabía porque...no tenía la menor idea de que iba yo a hacer. ..Cuando desembarque esa noche en el muelle...Elysa estaba allí...esperándome...no entendí pero tampoco le pregunté demasiado, estaba apesadumbrado, no quería más misterios, brevemente le conté lo sucedido, acordamos guardar silencio, solo a algunas personas se les dijo que yo te había adoptado en Londres pero quedó en el olvido...estás con Elysa desde entonces...
· ¿Cual era su nombre? - le pregunté -
· ¿Su nombre?
· De la mujer...que arrojó el bebé...
· ...Nunca lo supe....

No puedo describir mi estado en ese momento, no puedo porque las sensaciones que se agolparon para invadirme el pecho eran demasiadas como para determinar cual era la que predominaba, sentía... furia, miedo, desesperación, traición, soledad y mil cosas más y todas al mismo tiempo.

· ...Usted miente...- le dije mientras me secaba las lagrimas
· Naia...sé que es duro lo que acabo de relatarte pero...
· No es verdad...mi madre nunca me tiraría al mar...mi madre no está muerta...ella vive y está en la isla...
· No Naia...por favor...esa no es la verdad...
· No le creo... Usted no me conoce...usted es simplemente un profesor que no sabe nada de mi...usted...es nadie...

Tiré la vela al piso y corrí.
Corrí atravesando la escuela, la plaza, la playa...
...prefería a los hombres que creían en sirenas...
Me aventé en la arena, tantas imágenes se cruzaban por mi mente, la mujer, el mar... ¿porque? ¿Porque así?
Levanté la mirada al firmamento, me ahogaban las lágrimas, pensaba en Elysa, en Catalina, en toda la gente que me rodeaba y que en ese momento habían dejado de existir para convertirse en extraños...sentí miedo, vergüenza, dolor, mucho dolor...
levanté la mirada al horizonte oscuro coronado por una luna inmensa que se tornaba anaranjada lentamente...se aproximaba una tormenta y el cielo ya bramaba anunciando su inminente llegada.



Bitácora del Capitán Pablo Irmaio

La muerte. Eso anhelo.
Mis hombres no quieren continuar con este viaje.
No han encontrado lo que buscaban...
Ni ellos ni yo.
No puedo retornar.
Prefiero morir en esta tierra a la que me trajiste.
Me quedo Alonso – le aseguré a mi querido amigo-
El lloró unos instantes mientras me abrazaba con fuerza,
Sabe que no puede disuadirme de lo contrario, me conoce demasiado.
Las personas de tu tierra mujer son amables y sencillos, miran el cielo
Maravillados, se dejan perfumar en calma por el viento
que les abraza la piel desnuda.
Es un buen lugar.
Un buen lugar para seguirte esperando...
si no vienes, el corazón de este vagabundo
te agradece eternamente que lo hayas despertado de su letargo.
A veces...solo a veces...la locura de los hombres es su único antídoto ante el sin sentido,
¡Tú me has dado un sentido!
Que bendita eres...sirena mía.
Prometo sentarme en el horizonte todas las tardes
quien dice...a lo mejor tengas ganas de sentarte en una roca a cantarme una de tus dulces melodías…




El viento comenzaba a soplar con más fuerza, el firmamento se llenaba de luces violentas que rechinaban y vociferaban sonidos estridentes, el mar se enfurecía lentamente un poco más arremetiendo imperiosamente hacia la costa tratando de llevarse lo que le pertenecía.
Algo estaba cambiando en mi interior.
Algo se desperezaba y abría los ojos por primera vez...
· Elysa... murmuré, mientras sin saber porque comencé a acelerar mis pasos.

Ahora el viento se había transformado en un monstruo violento que sacudió hasta las entrañas de la tierra golpeándome la cara y el pecho, a medida que la lluvia se precipitaba de repente en forma de filosas gotas que me castigaban la piel sin piedad; a lo lejos, podía escuchar las corridas y los gritos.
Nunca antes habíamos visto nada semejante, nunca antes habíamos sentido el espíritu del mar pisando nuestras playas.
...todo sucedió tan rápido, la gran ola llego, tomó lo que era suyo y se fue.


El vacío de mi pequeña casa era la representación del vacío que me invadía.
En el barro estaban los retazos de mi infancia, la memoria, los cuentos de hadas y duendes, los relatos de madres sirenas que volverían...en el barro estaba todo mi mundo conocido hasta ese momento.
El mar no me lastimó. Una vez más estuve a salvo entre sus manos.
Recuerdo que me quedé sentada entre esas ruinas mucho tiempo. No esperaba. Sabía que Elysa no volvería. Se había ido. El mar había venido por ella.
Las palabras de Glascow retumbaban en mis tímpanos, como si en realidad estuviera escuchando un poema de esos que leía Catalina.
Por un instante pensé que sería una buena idea quedarme ahí rogándole al mar que revocara mi inmunidad, sin embargo desde adentro, un calor indescriptible mantenía mi cuerpo cálido y más vivo que nunca, recordaba con lujo de detalles las palabras de mi vieja Elysa, la escuchaba decirme levántate pequeña, levántate, levántate, una y otra vez.
...estoy bien, cosas de vieja...nada más...muy pronto entenderás...muy pronto.
Cuando Catalina me encontró yo sonreía, algo había entendido aunque todavía no sabía muy bien de que se trataba.
Me abrazó con fuerza, inmediatamente después entraron unos hombres trayendo cobijas y maletines de primeros auxilios, pero yo estaba bien. Estaba en calma.







Bitácora del Capitán Pablo Irmaio


...La rahina do mar ya se perdió en el horizonte.
Estoy tranquilo.
Sé que el mar te traerá a mis brazos
aunque deba esperarte eternamente...Elysa...sirena mía...







Zarpamos hacia Barbados.
Catalina tomaba mi mano con fuerza.
Ella también estaba en calma.
No quise mirar hacia atrás. No quería saber en ese momento que fue de Les Sirenes y que había quedado de ella.
El nuevo mundo se manifestaba ante mis ojos con cada ola que rompía el navío en su avance.
No podía llorar.
Tampoco sentía que quería hacerlo, mi corazón respondía a cada uno de mis silenciosos interrogantes con una solo premisa... Así debió ser...Así es.
Justo a mitad del camino, en medio del océano, cuando Catalina llegó hasta mi lado mientras yo observaba en silencio el correr del agua, Elysa asomó su cola de pez para recordarme que si estaba allí...
Se me resbaló una lágrima. Era verdad.
Hay mujeres que son sirenas y sirenas que son mujeres.
Miré a Catalina. ¿Quien era ella? Me pregunté, ¿Porque me lleva a mostrarme su mundo?
Sin pensarlo abrí los labios. Tenia que asegurarme de algo.

· Acaso... ¿viste lo mismo que yo Catalina, recién, al lado del barco?
Bajó la mirada y sonrió.

· Por supuesto pequeña... siempre lo supe... ahora descansa... las respuestas están en camino....

Suspiré aliviada. Estaba con la persona indicada, yo también siempre lo había sabido.


Safe Creative #0911265016807



Votame

;;